Final Roland Garros 2013. Foto: Getty Images |
Reconozco, una vez más, que lo encuentro a
faltar. Que me falta una primavera con Roland Garros. Por cierto, llega el Tour
y, por ahí, todavía resisto.
Pero a finales de mayo y principios de junio,
montarme cada mañana, durante dos semanas, en la línea 10 del metro de París
(Gare d’ Austerlitz-Boulogne, “estation” Porte d’Auteuil) ha formado parte de
mi vida durante muchísimos años. Ahora debo conformarme con verlo por televisión… y sufrir algunos comentarios, cuya génesis no
comprendo, vengan de un glosador, de un ex -tenista o de un presentador. En
fin…Los tiempos cambian y hay que apechugar.
Siempre preferí el
metro y caminar quinientos metros desde la Porte d’Auteuil, que montarme
en el bus número 22 (Opéra-Porte de Saint-Cloude), utilizar las “navettes”
gratuitas de Avis o solicitar los servicios de radio-taxis G7 hasta o desde la
Porte Suzanne-Lenglen Nord. Todo más complicado que el metro.
Desde que en 1987 la Federación Francesa de Tenis
puso en funcionamiento el servicio telemático, no solo para la prensa, si que
también, en cierta manera, para la utilización pública, se acabaron los
teléfonos –ahora son tan solo un complemento- los papeles, el télex, etc.etc. Hoy, en la sala de prensa, te
parece que estás en la redacción de tu periódico. Lo tienes todo a tu alcance
incluida la edición. ¡Y no digamos cuando tenías que solicitar, con mucha
antelación, la comunicación telefónica y te carcomía las entrañas la demora!
En
fin, ha ganado Nadal y esto es lo que importa. Estaba David Ferrer –el
entrañable “Ferru”- en la final y esto importa tanto como la indiscutible y
merecida victoria de ese mallorquín que acaba de cumplir 27 años y de batir
todas las marcas en ese su reino terrenal Desde aquí le felicito. A él y a toda
su familia que han sido capaces de inculcarle los valores necesarios para ser ejemplo de
deportista y de persona.
Porque
el deporte es- o debe ser- además urbanidad y de buena educación, ejemplo para promover y agradecer el arte y
sus autores. Así, recuerdo someramente que entre los creadores del espectacular “affiche” que distingue a cada edición del torneo, se
encuentran firmas ilustres de artistas españoles como Eduardo Arroyo –creo que
en 1981- el “baturrico” de Huesca, Antonio Saura y el mismísimo Joan Miró.
Pero
vayamos a lo que importa este domingo de junio. Nadal ha ganado su octavo
Roland Garros superando en la final a David Ferrer, con más facilidad en el
marcador que en la pista:6-3,6-2,6-3. El
alicantino peleó como es habitual en él hasta la última bola. Luchó hasta la
extenuación. Pero la historia se repite como ya saben – y bien- los asiduos al
Godó barcelonés. Ferrer es –me atrevo a afirmarlo- el mejor jugador sobre
tierra batida en estos momentos…si no existiera Rafa. Me gustaría que la vida
la diera una nueva oportunidad en ese
mismo escenario y no como el destino hizo con otro español que fue, durante
años, el número uno sobre tierra, aunque no se coronó nunca en Paris: Manuel Orantes. Pero
ni su sino ni el nefasto comportamiento del público en una final contra Borg,
(la primera de aquel jovencito sueco,
1974) lo permitieron. Algo tan injusto como que aquel mago llegado desde
Rumania, Ilie Nastase, no ganara más que una edición (1973) aunque, eso sí, lo
hizo sin ceder un solo “set” a lo largo de todo el torneo.
José Luís Clerc |
Entre
actualidad y breves pinceladas de historia y visto lo visto, me permitiría
aconsejarle a David Ferrer que en otro enfrentamiento con Rafa…no sea él. ¿Qué
quiero decir con esto?. Desafiar a Nadal, en tierra, a base de “rallyes” y
golpes de potencia inusitada y continuada es algo muy parecido a un suicidio. El propio David lo dijo al final:
“él es más fuerte”. Lo que sirve, pues, para enfrentarte a todos los demás no
vale cuando estás ante Nadal. ¿Buscamos alguna sutileza?…Por ejemplo, ante el
paralelo de Rafa, a la derecha de la pista, ya sea de “drive” o de revés, en lugar de esperar el
tiro profundo y devolverlo de bote-corrido, con fuerza y liftando a dos manos quizá valdría la pena
avanzar un par de metros y golpear con
la derecha, en diagonal, a media pista y hacia
el otro límite lateral. Este “drive” abierto, “apuntando” a la
intersección exterior del cuadro de recepción –lado ventajas- es un golpe que
David ejecuta a la perfección. Y en este partido ha sumado, con él, puntos
espectaculares. Yo le mostraría videos del argentino José Luis “Batata”Clerc
–“eterno” adversario de Guillermo Vilas, el marplatense adalid del tenis en
aquel país sudamericano-que en los años setenta y comienzos de los ochenta,
llegó a ejemplarizar este golpeo.
En las devoluciones, de bote pronto y con el
revés, quizá sería preferible colocar la cara de la raqueta hacia arriba y
devolver un golpe más bien defensivo,
para seguir jugando, antes que pegarlo duro, a dos manos y con efecto superior,
después de un bote muy bajo, porque son muchas las veces que no supera la
cinta. Si…Ya sé que Rod Laver me dijo que en un “match-ball”, a favor o en
contra, te la debes jugar. “Morir matando”. Pero, a veces, quizá vale la pena
mostrarte moderadamente conservador.
Son
pequeños apuntes que probablemente no se leerán en otra crónicas, por razones
obvias. Yo no quiero enseñarle nada a David. ¿Quién soy yo para enseñar nada a
nadie? Pero los años, lo que llevo visto, lo que llevo oído, lo que he
aprendido, lo que me han demostrado… Todo esto, quizá es lo que me lleva a la
osadía de escribir lo que he escrito. No quiere ser una lección. ¡Por Dios! Ni
siquiera un consejo…Solo algo que, en momentos así, rescato de los más profundo
de mi memoria, recordando a Laver, Rosewall, Hoad, Santana, Orantes, Gimeno,
Arilla, Gisbert, Newcombe, Ashe, Vilas…y
Nastase, claro.
Perdona,
David, por este atrevimiento. O puede que insolencia… En todo caso,
tómatelo por la vertiente
aristotélica, de podría ser una
insolencia que pretende ser educada.
Y
tú, Rafael Nadal, sigue ahí. Eres el más grande. Y saliendo como has salido de
esos siete meses de malos sueños, de lesión y de incertidumbre, piensa que ya
has superado los fatídicos 26 años que un tal Borg –en su tiempo también el más
grande- dejó como “edad maldita”.