Constato que mi admirado David Ferrer dice que Federer y Nadal son los dos mejores tenistas de la Historia. Probablemente…Pero es muy difícil comparar épocas, materiales, circunstancias, apoyos, etc. etc. ¡Y formas de viajar! El mítico Bill Tilden, por ejemplo, tardaba días y más días de navegación para trasladarse a Australia. Y Fred Perry y los mosqueteros franceses. E incluso el barón alemán Von Cramm, del que se habla poco pero que tiene una larga historia, muy interesante.
En número total de grandes torneos ganados, cabe poca duda. Rafa y Roger están en la cumbre. Aunque insisto que en esto, al margen de su indudable clase y categoría, las facilidades de que gozan hoy en día, también han tenido su influencia. Y con ellos, es obligado citar a Pete Sampras, Jhon Mc Enroe, Jimmy Connors y yo diría que en el peldaño más alto, Bjorn Borg y el incomparable Rod Laver, el único capaz de componer el Gran Slam –como debe ser, en un solo año- en calidad de “amateur” primero y muchos años después, en el tenis Open.
¿Y cómo olvidarse del tenis ,hecho arte, de Manolo Santana e Ilie Nastase sin descuidar el justísimo reinado, sobre tierra batida, que en su momento disfrutaron Manuel Orantes y Guillermo Vilas?. ¿Y la ortodoxia de Andrés Gimeno, cuyo repertorio de golpes era una enciclopedia viva del tenis?
¡Ah…! ¿Qué les gustan los dobles?. Bueno, pues, séame permitida lo que algunos jóvenes de hoy pueden interpretar como una especie de “boutade”. En igualdad de condiciones, Bob Hewitt y Fred MCMillan, probablemente, darían cuenta de los poderosísimos hermanos Bryan de hoy en día, en poco más de un santiamén.
Pero yo siempre he pensado, desde que le vi jugar –y entrenar a España, en Australia- que la Historia no es justa con Ken Rosewall, calificado como “el pequeño maestro de Sydney”(nació en la capital de Nueva Gales del Sur, en 1934) poseedor, probablemente, del mejor revés de la historia del tenis. Tan perfecto que deslumbraba a todos los observadores, jugadores, competidores, entrenadores y espectadores.
Sin embargo, a revés tan perfecto no le acompañaba un servicio a modo. Sacaba con poca potencia y aunque la colocación era buena, no bastaba para ganar en Wimbledon, su asignatura pendiente. Handicap tan evidente que ya su primer entrenador, su propio padre, le hizo variar este golpe y pasarlo a su mano derecha. Ken era zurdo de naturaleza. Bueno…Un poco lo de Rafa Nadal que es diestro y resulta demoledor con su mano y brazo izquierdos.
Rosewall no ha sido un prodigio atlético a pesar de que también le han apodado “músculos”. Pero 1’70 m y 63 kilos, no daban para más. Y por esta razón Ken no ganó nunca en Wimbledon, su asignatura pendiente. En 1954, le eliminó el checo Drobny. En 1956, su inseparable amigo Hoad.Y en 1970, otro compatriota, el joven de 23 años, John Newcombe.
Debo decir que fue el “eterno capitán”, Jaime Bartrolí quien me transmitió “el veneno” Rosewall y me “obligaba” a ir a ver cuántos partidos podíamos, tanto en su época profesional como ya en la “nueva era Open”. En diciembre de 1965 cuando España fue a jugar por vez primera la final de Copa Davis en Sydne y, Ken habló con Bartrolí y se ofreció para asesorar, junto a nuestro entrenador y su amigo, Hoad, a Santana, Arilla, Gisbert y Couder sobre los “secretos” de la hierba, superficie, si no desconocida, si que extraña para los nuestros. Algo hubo de enfado, hay que reconocerlo, por parte de Rosewall , dado que el capitán australiano, el “brujo” Hopman, no le había pedido que les ayudara en aquella final, que jugaron, recordémoslo, Laver, Stolle, Newcombe y Roche.
Insisto en que el revés de Rosewall, especialmente en el resto y en el “passing” a lo largo de las líneas, era de una pureza sin igual. Aprovechaba y reciclaba con ello el juego y la fuerza del adversario. Su fuerza era también una concentración máxima en todo momento y en cada golpe. Nada ni nadie le apartaba de ello y esa calma le permitía colocar las bolas directas con una perfección absoluta.
La carrera de “Músculos” ha sido larga y densa, si bien, probablemente, alcanzó la plenitud desde 1957 hasta 1967. Es decir, inmediatamente después de su carrera como profesional y en los comienzos de la autorización a los “pros” para participar en los grandes torneos, de manera especial en los “Grand Slam”. Fue así como pudo ganar el primer Roland Garros “open” en 1968, 16 años después de su primer éxito en ese escenario parisino, cuando consiguió el doble junior junto a Lewis Hoad. En Melbourne, también transcurrieron 19 años entre dos títulos y 14 años, en Forest Hills (hoy, Open USA en Flushing). Y en su soñado Wimbledon, todavía fue finalista en 1974 –le ganó el joven Connors- es decir, 18 años más tarde de perder su primera final.
En las filas profesionales, a las que se sumó en 1956, fue campeón del mundo en 1960 y 1965. ¿Palmarés?...¡Qué maravilla!. Número uno mundial en 1970, y número 2, los años 1953, 1955 y 1956. Ganó las Copa Davis –con Australia, naturalmente- los mismos años 53,55 y 56. En Roland Garros, campeón individual en 1953 y 1968 y finalista en 1969. Ganó el doble en 1953 (con Hoad) y en 1968 (con Stolle). En Forest Hills, campeón en 1956 y 1970 y finalista en 1955 y 1974. Campeón del doble en 1956, junto a Lewis Hoad. Y en Australia, ganó en 1953, 1955,1971 y 1972 y fue finalista en 1956. Y en cuanto al título de dobles lo ganó en 1953 y 1956 (con Hoad) y en 1972 (formando pareja con Davidson).
Confio en haber podido transmitir un poco de la magia del “pequeño” maestro de Sydney. Un ¡GRANDE! DE TODOS LOS TIEMPOS.
Si les parece, dentro de unos días podemos recordar a otro campeón que asímismo merece, creo, una evocación especial. También nació en Sydney. También el año 1934. Y muchos le conocieron como “el tornado rubio”. ¿No caen?...Si, si, Lew Hoad.