Veamos… El Trofeo Conde de Godó, de tenis, acaba de celebrar su edición número
sesenta. La final supuso un partidazo ente Rafael Nadal (campeón) y David Ferrer. Este último
tiene fundamentos para proclamarse ganador
de un torneo cuya cita decisivo
ha jugado en cinco ocasiones. Solo una
pega…Al otro lado de la red está quien ya es, sin duda, el mejor jugador sobre
tierra batida de la Historia. Con permiso de Borg que, me consta, ya se lo ha dado. Y el año que no estuvo Nadal, David se
topó con la mejor versión de Verdasco.
Rafa y David nos ofrecieron un
duelo extraordinario que duró cerca de tres horas (dos horas y cuarenta
minutos, para ser exactos) y en ese tiempo pudimos disfrutar de un tenis
intenso, enérgico y, a la vez, artístico y depurado.
Por la tarde de este mismo
domingo de la final de tenis, el FC Barcelona jugaba su partido de Liga en
Vallecas donde ganó por 7-0, con dos de esos goles obra de la gran figura
del equipo, Lionel Messi. Y dentro de unos días, al Barça le
espera la final de la Copa de España (hoy del Rey, antes del Generalísimo) en
las que deberá enfrentarse al Athletic Club
de Bilbao, en Madrid.
Sesenta años supone una buena efemérides
para rememorar aquella primera final de 1953. Dios me ha ofrecido la
oportunidad de haber estado presente en todas esas finales. Las sesenta. Aquel
día, 7 de junio de 1953, se enfrentaron el norteamericano Vic Seixas y el
sudamericano (argentino) Enrique Morea. Este
último, un argentino atípico por su forma de entender e interpretar el tenis.
Un hombre muy alto -1’95 metros- dotado de un servicio demoledor y un estilo ofensivo de una calidad excelsa. Volea, smash y un efectivo juego de red. Un
par de años antes el revés habría sido su golpe más débil, pero a fuerza de
tesón, entusiasmo y mucha práctica acabó por equipararlo al resto de su
inmaculado repertorio. Ganó Seixas, en tres “sets” (no existía el “tie breack” y el último
acabó 22-20). El partido duró cerca de
tres horas. Mayor semejanza con esta última final, imposible.
Y en la actualidad, también dentro de unos días, se jugará otra
final de la Copa de fútbol (en Madrid
pese a la estupidez del Real que
se negó a ceder su campo) entre el Barça y el Athletic. ¿Me siguen? Todo igual,
igualito, que aquel lejano año de 1953. Porque también entonces, el mismo día
de la final de tenis, por la tarde, el
Barcelona ganaba por 8-1 al Atlético de Madrid. Es decir, la misma diferencia
que ahora contra el Rayo: 7 goles. Y la gran figura de la época, Ladislao
Kubala, marcó –como Messi - dos goles. Y dio
otros cuatro.
Falta añadir que en aquella
final de la Copa de 1953 el Barça superó al Athletic por 2-1, con goles de
Kubala y Manchón. Es decir, la figura y un extremo. Si ustedes son de los que creen –muchos piensan
así- que la Historia se repite, resulta
evidente que el FC Barcelona se proclamará, dentro de poco, campeón de Copa. Y
habrá que añadir que si el resultado es 2-1, los goles los marcarán Messi y
Pedro. O quizá Alexis…
Cierto que no hay ninguna razón objetiva que
justifique este pronóstico. Acaso una
simple reflexión empírica, fruto de una
razonable analogía…sesenta años después.
También es verdad
que sentirse ganador antes de tiempo a menudo resulta contraproducente. Como
nos dice otro ejemplo entre los mismos Barça y Athletic, dos años antes de
aquel 1953.En las semis de 1951, los
bilbaínos empataron a ceros goles en el entrañable y recordado campo de Las
Corts. Los aficionados bilbaínos, confiando en que ganarían la vuelta en San
Mamés, colapsaron todas las posibilidades de desplazarse a Madrid para la final
que ya intuían segura y, además, la directiva rojiblanca encargó veinte mil
corbatas rojiblancas para las veinte mil personas que irían a Chamartín. Pero
en aquel partido de vuelta, el Barça ganó 1-2, con goles de Nicolau y César. Y
la final la jugó el FC Barcelona. Y le ganó
a otro equipo vasco, la Real Sociedad,
3-0, con goles de César y Gonzalvo III. Aquella semifinal es recordada
como la de “las corbatas”.
De manera que, ustedes mismos.
¿La Historia se repite?. Cautela, mucha cautela. Pero decisión y confianza.
Eso, si. El último partido de Guardiola, al frente de un equipo que lo ha
ganado todo, lo merece.
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