jueves, 16 de agosto de 2012

El Medallero

               
Terminados los Juegos de Londres y en el comienzo de la Olimpiada de Rio de Janeiro -que culminará, en 2016, con los Juegos brasileños - todo el mundo está de acuerdo en que las dos leyendas, ya en firme y eternas, han sido Usain Bolt y Michael Phelps.  Nada más que añadir a todo lo que ya se ha escrito y comentado. Quizá un inciso para recordar que en estas dos especialidades deportivas básicas, España ha hecho el ridículo salvo las excepciones, en el agua, de Mireia  Belmonte y las chicas de la sincronizada. En atletismo, ni en el medio fondo ni en el fondo o la marcha, donde otras veces se había cumplido, incluso con creces, España ha dado motivos para que nos sintamos satisfechos. Esta es, probablemente, la asignatura pendiente -y más urgente- para  nuestros atletas y, sobre todo, para los dirigentes que tienen la ineludible obligación de encauzarles y prepararles en una asignatura deportiva que debería ser fundamental e ineludible, ya en edad escolar. Como catalán y por la parte que me corresponde,  hago extensiva esta exigencia a la gente de mi tierra.
                Pero como, transcurridos ya unos días desde la clausura de los Juegos británicos, se ha resumido todo o casi todo, yo quiero hacer hincapié en una puntualización respecto al medallero para que no persista una tesis equivocada que algunos se empeñan en defender a capa y espada, sin atender a razones, como ocurrió el otro día en una tertulia de la que formé parte. Digo: la gente cree -y la mayoría de profesionales, también- que lo de las tres medallas, oro, plata y bronce, es algo instaurado ya en los primeros Juegos de la Era Moderna.Y no es cierto. En la antigua Olimpia no se recordaba a nadie, más allá de los vencedores. Y en la Era Moderna, en los primeros Juegos -Atenas 1896- se otorgó una medalla de plata al campeón y de bronce, al  subcampeón. Nada para el tercero. En Paris -1900- se premió al primero con copas, trofeos o medallas.  Fue  en los Juegos de St. Louis -1904- cuando se instauró, por vez primera, lo de las tres medallas: oro, plata y bronce, de acuerdo con una costumbre ya instalada en el deporte estadounidense.
                Por cierto y ya que hacemos referencia a   St. Louis vamos a aclarar otro equívoco, extendido en todo el mundo y que va a costar muchísimo erradicar aunque algunos -pocos- nos esforzamos en ello desde hace tiempo. Fue el Obispo  de Saint Louis, quien cuatro años más tarde de aquellos Juegos de Missouri, dijo, en la catedral de San Pablo, de Londres, una frase que ha pasado a la Historia como pronunciada por el Barón Pierre de Coubertin, cuando no  fue así. En la ceremonia de apertura de los Juegos de aquel año 1908 -primera de las tres ediciones que se han celebrado en Londres, 1948 y 2012- el Obispo de Saint Louis comentó: “Lo más importante no es ganar sino participar en los Juegos. Lo más esencial en la vida no es triunfar  sino luchar para conseguirlo”. La primera parte de esa frase -“lo importante es participar”- se le ha atribuido, equivocadamente, a Pierre de Coubertin, el instaurador, eso sí, de los Juegos Modernos.
Londres 1908
 En aquellos Juegos de Londres los deportistas desfilaron, por vez primera, tras la bandera de sus respectivos países. Fueron 22 naciones para un total de 2.059 atletas…de los cuales únicamente 36 mujeres. ¡Qué diferencia con esos Juegos recién clausurados! Aquel año de 1908, también se dio un gran paso para la consolidación de las pruebas olímpicas al aceptar para las mismas  el sistema métrico decimal… a pesar de la oposición, que ya se presuponía, de los anfitriones británicos.
                Y  puesto que hemos comenzado hablando de las medallas vamos a terminar con ellas. Como una muestra más del fariseísmo del COI, (que se mantuvo durante tantos años con la doblez  y camandulería de permitir únicamente la participación de unos deportistas mal llamados “amateurs”, a los que se pagaba un buen dinero “bajo mesa”), en el Comité Olímpico Internacional no se lleva  un Medallero Oficial de los Juegos…para ¡no fomentar un nacionalismo exagerado!. Y así se permite  que ese nacionalismo sea todavía más hiperbólico  puesto que es la vara de medir que países y aficionados utilizan  para perpetuar y presumir de las hazañas de sus atletas.
Nuestro llorado Juan Antonio Samaranch hizo mucho para normalizar todo esto. Pero nos dejó sin haber podido terminar de pautar pequeños detalles como este de la falta de un medallero oficial.
                Bueno…Lo importante sigue siendo participar.”¡Ojo! Obispo de Saint Louis (Missouri)”.



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