Terminados
los Juegos de Londres y en el comienzo de la Olimpiada de Rio de Janeiro -que
culminará, en 2016, con los Juegos brasileños - todo el mundo está de acuerdo
en que las dos leyendas, ya en firme y eternas, han sido Usain Bolt y Michael
Phelps. Nada más que añadir a todo lo
que ya se ha escrito y comentado. Quizá un inciso para recordar que en estas
dos especialidades deportivas básicas, España ha hecho el ridículo salvo las
excepciones, en el agua, de Mireia
Belmonte y las chicas de la sincronizada. En atletismo, ni en el medio
fondo ni en el fondo o la marcha, donde otras veces se había cumplido, incluso
con creces, España ha dado motivos para que nos sintamos satisfechos. Esta es,
probablemente, la asignatura pendiente -y más urgente- para nuestros atletas y, sobre todo, para los
dirigentes que tienen la ineludible obligación de encauzarles y prepararles en
una asignatura deportiva que debería ser fundamental e ineludible, ya en edad
escolar. Como catalán y por la parte que me corresponde, hago extensiva esta exigencia a la gente de mi
tierra.
Pero
como, transcurridos ya unos días desde la clausura de los Juegos británicos, se
ha resumido todo o casi todo, yo quiero hacer hincapié en una puntualización
respecto al medallero para que no persista una tesis equivocada que algunos se
empeñan en defender a capa y espada, sin atender a razones, como ocurrió el
otro día en una tertulia de la que formé parte. Digo: la gente cree -y la mayoría de profesionales, también- que lo de
las tres medallas, oro, plata y bronce, es algo instaurado ya en los primeros
Juegos de la Era Moderna.Y no es cierto. En la antigua Olimpia no se recordaba a nadie, más allá de los
vencedores. Y en la Era Moderna, en los primeros Juegos -Atenas 1896- se otorgó
una medalla de plata al campeón y de bronce, al
subcampeón. Nada para el tercero. En Paris -1900- se premió al primero con copas, trofeos o medallas. Fue en
los Juegos de St. Louis -1904- cuando se
instauró, por vez primera, lo de las tres medallas: oro, plata y bronce, de
acuerdo con una costumbre ya instalada en el deporte estadounidense.
Por
cierto y ya que hacemos referencia a
St. Louis vamos a aclarar otro equívoco, extendido en todo el mundo y
que va a costar muchísimo erradicar aunque algunos -pocos- nos esforzamos en
ello desde hace tiempo. Fue el Obispo de
Saint Louis, quien cuatro años más tarde de aquellos Juegos de Missouri, dijo,
en la catedral de San Pablo, de Londres, una frase que ha pasado a la Historia
como pronunciada por el Barón Pierre de Coubertin, cuando no fue así. En la ceremonia de apertura de los
Juegos de aquel año 1908 -primera de las tres ediciones que se han celebrado en
Londres, 1948 y 2012- el Obispo de Saint Louis comentó: “Lo más importante no
es ganar sino participar en los Juegos. Lo más esencial en la vida no es
triunfar sino luchar para conseguirlo”.
La primera parte de esa frase -“lo importante es participar”- se le ha
atribuido, equivocadamente, a Pierre de Coubertin, el instaurador, eso sí, de los Juegos Modernos.
Londres 1908 |
En
aquellos Juegos de Londres los deportistas desfilaron, por vez primera, tras la
bandera de sus respectivos países. Fueron 22 naciones para un total de 2.059
atletas…de los cuales únicamente 36 mujeres. ¡Qué diferencia con esos Juegos
recién clausurados! Aquel año de 1908,
también se dio un gran paso para la consolidación de las pruebas olímpicas al
aceptar para las mismas el sistema
métrico decimal… a pesar de la oposición, que ya se presuponía, de los anfitriones británicos.
Y puesto que hemos comenzado hablando de las
medallas vamos a terminar con ellas. Como una muestra más del fariseísmo del COI, (que se mantuvo durante
tantos años con la doblez y camandulería
de permitir únicamente la participación
de unos deportistas mal llamados “amateurs”, a los que se pagaba un buen dinero
“bajo mesa”), en el Comité Olímpico Internacional no se lleva un Medallero Oficial de los Juegos…para ¡no fomentar un nacionalismo exagerado!. Y así
se permite que ese nacionalismo sea
todavía más hiperbólico puesto que es la
vara de medir que países y aficionados utilizan
para perpetuar y presumir de las hazañas de sus atletas.
Nuestro
llorado Juan Antonio Samaranch hizo mucho para normalizar todo esto. Pero nos dejó sin haber podido terminar de
pautar pequeños detalles como este de la falta de un medallero oficial.
Bueno…Lo importante sigue siendo
participar.”¡Ojo! Obispo de Saint Louis (Missouri)”.
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