Han transcurrido 46 años desde aquella primera final de Copa Davis que España jugó en Sydney. Y perdió, 1-4, con una sola victoria de Manolo Santana, el último día frente a Roy Emerson. Aquel triunfo le valió cerrar el año 1965 como número uno del mundo entre los jugadores mal llamados “amateurs”. Entonces no había computadoras, ni puntos ATP, ni nada por el estilo. Pero, de modo muy artesanal, en Inglaterra ya cuidaban de ir clasificando a los jugadores. En Italia lo hacía Rino Tomassi, un experto en tenis…y en boxeo. Y aquí, en España, cuidaba de ello la revista TENIS ESPAÑOL, una iniciativa de la familia Pérez de Olaguer y que, andando el tiempo, me cupo el inmenso honor de ser editor y director de la misma.
Allí, en el White City, de Sydney, Manolo Santana, Joan Gisbert, José Luis Arilla y Juan Manuel Couder, se enfrentaron a Roy Emerson, Fred Stolle y unos jovencitos llamados John Newcombe y Tony Roche, que debutaron formando el doble australiano, con victoria ante Santana-Arilla, la gran pareja española, sin duda entre las tres mejores de la historia de nuestro tenis. Los individuales los disputaron Emerson y Stolle, por los locales y Santana y Gisbert, por España. Harry Hopman era “el brujo” capitán de los australianos y Jaime Bartrolí, el capitán español, con gran sentido de la amistad y un cierto paternalismo. De la buena salud del equipo hispano cuidado el doctor Mario Cabanes que se hacía querer, como pocos.
Para los más jóvenes, se hace obligado recordar que, en aquel tiempo, quienes habían ganado la Copa Davis el año anterior, permanecían en casa, a continuación, para jugar tan solo la final y en pistas propias. Ese encuentro definitivo es el que se conocía como “Challenge Round”. Pero para llegar hasta ese último desafío, el aspirante debía superar varias eliminatorias previas. En este caso concreto, el equipo español hubo de ganar a Grecia, 5-0; Chile, 5-0; Alemania, 4-1; Checoslovaquia, 4-1; Sudáfrica,4-1; Estados Unidos, 4-1 y finalmente India, 3-2. Todas las eliminatorias, excepto contra Checoslovaquia, tuvieron lugar en el RCT Barcelona-1989. Contra los checos, se jugó en Praga. La victoria en cuatro “sets” de Gisbert contra el americano Dennis Ralston, el “milagro” de la pareja Santana- Arilla, frente a Ralston-Graebner, levantando dos ”sets” abajo y ganando el quinto por 11-9 y la lección magistral de tenis ofrecida por Santana y el hindú Krishnan, en la antesala del “Challenge Round”, fueron hitos absolutamente inolvidables para quienes tuvimos la suerte de disfrutarlos en directo.
Ya en Sydney, se sabía que en pista de hierba, Australia era ampliamente favorita. Y se cumplió el pronóstico: 4-1 para Australia. Pero Santana le ganó los dos primeros “sets” a Stolle, en el partido inaugural, aunque el 12-10 de la primera manga hizo mella en su condición física. Pudo haber cerrado este “set” mucho antes, con 5-2 favorable y, luego, 5-3 y servicio. Llegar hasta los 22 “games”, bajo el bochorno que reflejaban los termómetros por encima de los 40 grados centígrados, le pasó factura. Perdió en cinco mangas. Acto seguido, Emerson pudo con Gisbert y el doble fue “aussie” en cuatro “sets”. El último día, Manolo se ganó el número uno del año superando a Emerson, 2-6,6-3,6-4 y 15-13. Y cerró la victoria de Stolle ante Gisbert. Un 4-1 global le daba derecho a Australia a seguir “guardando” la “ensaladera”. Pero el entusiasta público español, formado totalmente por emigrantes que en su mayoría sentían que no iban a regresar a España, habida cuenta el tipo de transporte de la época, le puso un colofón de color y folklore al que los australianos, en un escenario eminentemente “victoriano”, no estaban habituados. Portando y ondeando banderas rojigualdas, corbatas y pañuelos del mismo color, bebiendo vino en le típica bota y portando pancartas, en alguna de las cuales podía leerse, “aúpa , machos, comeros el canguro” y frases similares, saltaron a la pista al termino del partido, cantaron, bailaron y se hicieron notar, ante un público que no daba crédito alo que estaba viviendo. Jamás, en un pista de tenis se había visto un ambiente así. Era los tiempos del “silencio, se juega” y de un respeto al sacrosanto ritual del tenis tradicional. Por eso, el otro día, en Sevilla, viendo las hinchadas de España y Argentina, no pude dejar de comparar y pensar que dirían aquellas gentes si les tocara vivir un ambiente así. Suponiendo que pudieran volver de su eterno descanso…regresarían de inmediato a ese perpetuo reposo. Aquel tenis es, hoy, en las gradas, un Boca-River o un Barça-Madrid. Y yo no juzgo si esto es mejor o peor. Tan solo constato que es distinto.
Y el otro día, tras la final de Sevilla, en la cena oficial, mis amigos de la Asociación de Periodistas de Tenis, con la aquiescencia de las Federaciones Internacional, Española y Catalana, me hicieron entrega de una placa-recuerdo de aquella final de 1965, en la que me tocó despertar de madrugada a medio país nuestro, a través de Radio Nacional de España- no había satélite, todavía y, por lo tanto, sin tele- en la transmisión, en directo, que llevamos a cabo con los desaparecidos compañeros Juan Antonio Fernández Abajo y Matías Prats. Presidieron el acto todo tipo de autoridades, civiles y deportivas, nacionales e internacionales, pero pedí que me hiciera entrega de tan cariñoso y entrañable recuerdo Joan Gisbert, el único de entre aquellos finalistas de 1965 que estaba presente en esta cena oficial.
Muchas gracias a todos. De corazón.
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