foto: mediateca de rtve . Rolan Garros 2012 |
El destino ha querido coronar a quien ya es, sin
discusión, el mejor jugador sobre tierra batida de la Historia del Tenis. El
indiscutible número UNO.
En
la pista central del Bois de Boulogne, llamada desde hace algunos años Philippe
Chatrier en homenaje a quien fue presidente de la Federación Francesa primero y
de la Internacional, después, el mallorquín Rafael Nadal ha ganado la final del
que es el segundo torneo de Grand Slam –en orden simplemente correlativo- del
año: Roland Garros. Y ha ganado superando al actual número uno del “ranking”
ATP, el serbio Novak Djokovic, por 6-4,6-3, 2-6 y 7-5, después de 3 horas y 49
minutos de una lucha dura, firme, rigurosa, exigente…
Nadal
pudo verse ganador cuando dominaba por 6-4,6-3 y 2-0, momento en que la lluvia
–y el serbio- cambiaron el rumbo que había tomado el partido. Una pista mojada,
una bolas más pesadas, un “lift” –el de Nadal, ya que Nole juega más “plano”-
que pierde lógica profundidad , un Juez de Silla dubitativo y un Juez Arbitro
que no interviene cuando debe –lo hace tarde y mal- le dan una vuelta
espectacular a los acontecimientos. Djockovic encadena 8 “games” seguidos, se
anota el tercer periodo por 6-2 y domina en el cuarto por 2-1, con “breack”
inicial. Aquí, si, por fin, llega la suspensión definitiva hasta el día
siguiente, lunes. Antes, con 6-4 y 5-3 para el mallorquín ya hubo una primera
interrupción durante 31 minutos. Nadal se enfada con Stefan Fransson, el Juez Árbitro: “¿Ahora
sí que paras el juego? ¿Por qué no lo has hecho antes cuándo no se podía
jugar?” En aquel asomo de barrizal los golpes con efecto y bote corrido de
Rafa, no tomaban altura ni tenían profundidad. Un tiro a la línea de servicio,
a media pista, era una invitación al vals para el “swing” bajo de Djokovic
Desde
1973 la lluvia no había obligado a los organizadores a retardar la final. Entonces,
fue, la final más larga… y, a la vez, más corta de la Historia. El rumano Ilie
Nastase –un genio, aviso, para quien no le haya conocido, jugando- le ganó al
zurdo yugoslavo, Nikky Pilic, 6-3-6-3 y 6-0… el martes siguiente al domingo en
que estaba programada la final. Nasty
superó, sin ceder un solo “set” a
Pinto Bravo, Hrebec, Fassbender, Jauffret, Taylor, Gorman y al ya mencionado
Pilic, en la final. La lluvia molestó como tantas otras veces y no fue ajena a
sorpresas como las que representaron en la tercera jornada, las eliminaciones
del australiano Newcombe, el americano
Richey y el español Gimeno. John Newcombe, que había ganado los Internacionales
de Australia, había anunciado su deseo
de recorrer el camino que le permitiera componer el “Grand Slam”. No
pudo ser. Por cierto, que el “Grand Slam” solo se consigue si se ganan los
cuatro grandes (Australia, Paris, Londres y Melbourne) en un mismo año.. Por eso se equivocan los
comentaristas que habían anunciado que, esta vez, en Roland Garros, Nadal se
jugaba superar a Borg en títulos de Roland Garros –ya saben, 6 por 7- y Nole
componer el Grand Slam ya que venía de ganar Australia y, el año pasado,
Londres y Nueva York. Hubiera ganado los cuatro grandes, de corrido, si…pero en
dos años. Y eso, por meritorio que sea, no vale. Cuando lo hizo Martina
Navratilova le hicieron devolver premio y honor que, prematuramente, le habían
otorgado.
Por
cierto que aquel año de 1973, la noticia más importante deña o fue el boicot de
la mayoría de los grandes tenistas, a Wimbledon. Y todo empezó, precisamente,
en Paris, dos horas después de que Pilic perdiera aquella final con Nastase. En
aquel preciso momento la Federación Internacional anunciaba al rubio yugoslavo
que le suspendía durante un mes. La Federación de la entonces Yugoslavia,
alegando que Pilic se había negado a jugar la eliminatoria de Copa Davis contra
Nueva Zelanda ( con apretado triunfo, 3-2, de este último país), pidió la
descalificación del ex -profesional por…¡nueve meses!. Pero la ATP, organización de novísimo cuño, le
defendió y se puso de su parte. Sus compañeros boicotearon Wimbledon . ¡Hasta
66 jugadores dejaron de participar!…Ausentes, pues, los mejores, ganó el checo Kodes, muy buen jugador…pero
mejor en tierra que en la hierba
londinense. La final se la ganó Kodes a otro hombre preferentemente de arcilla,
como el ruso Metrevelli.
Retomando
el filo de la actualidad, hay que aplaudir como se merece la victoria de
Nadal., sobreponiéndose a todo…y también, como es natural, a la clase y
categoría de su oponente, actual número uno del mundo. Djokovic y su gente
–padres , novia y amigos- quizá se vieron campeones antes de tiempo, dada la remontada
de su jugador, tras haber cedido las dos manga iniciales. Una vez consumada la
suspensión, a última hora del domingo, estaban exultantes, felices y contentos,
dedicándose a lo que parecía una celebración anticipada: acabaron con el Möet y se fumaron –que no mordisquearon- algún
habano de marca postinera. Djana, la madre del número uno, parecía la más convencida de
todos, como ya había mostrado en el palco de invitados.
Pero
Nadal sabe, mejor que nadie, lo que supone la reflexión, el trabajo, la voluntad,
la exactitud, la precisión… Nada que se consiga antes de tiempo, con el azar por aliado, tiene auténtico
valor.
Y
no se extrañe nadie que, al final, luciera el sol. París debe ser, seguramente,
la Melbourne europea. Allá, en Australia, en la capital de Victoria, se viven,
a menudo, las cuatro estaciones del año…en un solo día. Aquí, en París, sino las cuatro, al menos tres pueden
acontecer en una sola jornada. Nunca olvido que, tras más de cuarenta años
dando vueltas por el mundo, fue precisamente en la capital de Francia donde,
después de pasar un frio infernal en la pista de ese mismo Roland Garros, al día
siguiente, por la noche, en el hotel en el que me alojaba tuvieron que llamar, de madrugada, a
un médico de urgencia para que me tratara…¡una insolación!.
Ya saben, “siempre nos quedará París”. Y
haciendo buena la frase, al deporte español, pase lo que pase, “siempre le
quedará Nadal”.
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