miércoles, 21 de diciembre de 2011

Campeón del mundo


Veamos, Mourinho…Repasa la Historia. Un estudioso como tú debe saberlo todo. El Barça está considerado el  Campeón del  Mundo de Clubs, porque así lo entienden los estamentos deportivos, con la FIFA a la cabeza. Se estableció una competición, con los campeones de todos los continentes con la idea de que el vencedor se convirtiera en el mejor club del mundo, con el honor de lucir en el pecho, durante todo un año, el escudo que así le identifica. Y punto.  Que a ti te parezca más importante ganarle al Mirandés, al Alcorcón –caso de que se pueda- o a la Cultural, es tu problema. Pero esto  no va más allá de tu casa de la Moraleja.
Es bueno que sepas que todo comenzó en esa Inglaterra que tanto quieres. Fue un lunes, 13 de diciembre de…¡1954!. Por  entonces mandaba el fútbol húngaro, con un Honved de ensueño que alineaba a estrellas como Kocsis, Puskas, Czibor, Budai,etc. etc.  Los ingleses  del Wolverhampton  invitaron a aquel Honved  a jugar un amistoso  en su estadio Molineux , en la capital de la quincallería, cercana  a Birmingham. En el descanso ganaban los húngaros por 2-0- Al final, los “lobos” le habían dado la vuelta al marcador y vencieron por 3-2. A la mañana siguiente el  Daily Mail, tituló, en primera  página: “Hail, Wolves Champions of the world”, algo así como “Sombrerazo, Wolves campeones del mundo”. Se basaban en esta victoria ante el Honved  y  en una  anterior, unos días antes, 4-0, frente al  Spartak de Moscú,  otro de los grandes del momento. Dos amistosos programados en las islas.
El miércoles, 15 de diciembre, Gabriel  Hanot, enviado especial  de L´ Equipe  a esos dos encuentros en suelo inglés,  respondió con este titular: “No…A pesar de sus dos victorias contra el Spartak y el Honved, el Wolverhampton no es, todavía, campeón del mundo de clubs”. Y aprovechó para relanzar la idea de un Campeonato de Europa de Clubs al que en el mismo rotativo ya se habían referido tiempo atrás. “Será una competición –decían- más nueva y más original que la que ya existe de un Campeonato de Europa de equipos nacionales”.
Añadía, Hanot, que “los ingleses, en plena forma a mitad de su temporada, 21 partidos jugados de 42 a disputar, ganaron sobre su barro los dos partidos contra los dos equipos del Este. Pero no se embalen. Puede marearles el  vértigo de la velocidad. A fin de cuentas  las dos victorias han sido en casa y no han jugado la vuelta en Hungria. Ni siquiera en un terreno neutral. Por lo tanto, para proclamar la imbatibilidad del Wolverhampton haría falta jugar en Moscú y en Budapest”. Y, además, hacía hincapié en que” el árbitro local, míster Leafe, castigó con un penalti  imaginario, a los 5 minutos de la segunda parte, al defensa húngaro Kovacs. Por ello insisto en la idea de un Campeonato del mundo, o al menos, de Europa, de clubs de valor internacional. Sería un torneo más amplio, más expresivo, menos episódico, que la simple ruta de la Europa Central”. Y terminaba el prestigioso periodista francés: “nosotros nos aventuramos a lanzar esta idea de un Campeonato internacional de clubes”.
El 16 de diciembre de 1954 el Jefe de rúbrica de “L’Equipe”, bendecía la idea de su compañero Hanot y presentaba la idea de un proyecto de” campeonato europeo interclubs, un representante por cada federación, partidos de ida y vuelta, entre semana y por la noche, con el eventual patrocinio de la Televisión Internacional”.
Y así nació la Copa de Europa –hoy, Champions- con adhesión inmediata de los equipos alemanes, austriacos y belgas. División de opiniones en Suiza…y en España.  En Barcelona, todo fueron suspicacias, incertidumbre y reservas, en boca del presidente de la Federación Catalana, Agustín Pujol  y del presidente del FC Barcelona, Francisco Miró Sans, así como del periódico “El Mundo Deportivo” que opinaba que “un competición de estas características tan solo sería posible como un torneo de verano”.  En Madrid, sin embargo, el presidente de la Federación Española, Juan Touzon,  en declaraciones a “L´Equipe” mostraba su entusiasmo por la iniciativa: “Este proyecto me place enormemente. Y también a mi amigo Santiago Bernabéu presidente del Real Madrid, con el que ya he hablado. España está dispuesta a recibir, en sus estadios  capaces para 100.000 espectadores, a equipos de toda Europa…incluidos los de más allá del telón de acero”.
Con estas conclusiones, las votaciones para poner en pie la competición, se llevaron a cabo en la Redacción de “L´Equipe”. Los periodistas del rotativo parisino, emitieron su voto que iban depositando en una  urna de cristal situada en el segundo piso de su sede social. En Febrero de 1955, se terminó el Reglamento para la primera Copa de Europa…en seis folios escritos a mano, consensuados por todo el equipo redaccional, bajo la dirección y supervisión de Jacques Ferran, con Gabriel Hanot, los auténticos padres del proyecto. El artículo primero señalaba que “dieciséis equipos, uno por país, serán invitados a participar”. “L’Equipe” envió  una carta a los equipos preseleccionados.  En España se había pensado en el Barcelona, pero vista la reacción más arriba señalada, fue el Real Madrid el escogido. El resultado, ya  lo conocen  todos: los cinco primeros títulos para el Real Madrid y un sexto en la edición número once. Luego transcurrieron 32 años (97-98) hasta la llegada del séptimo…Pero esta ya es otra historia. En el interín el Barça únicamente  obtuvo el de 1991-92, en Wembley.  Afortunadamente para el club catalán, el siglo XXI ha comenzado bajo su “Década Prodigiosa”.


viernes, 9 de diciembre de 2011

Aquella final del 65 ...


Han transcurrido 46 años desde aquella primera final de Copa Davis que España jugó en Sydney. Y perdió, 1-4, con una sola victoria de Manolo Santana, el último día frente a Roy Emerson. Aquel triunfo le valió cerrar el año 1965 como número uno del mundo entre los jugadores mal llamados “amateurs”. Entonces no había computadoras, ni puntos ATP, ni nada por el estilo. Pero, de modo muy artesanal, en Inglaterra ya cuidaban de ir clasificando a los jugadores. En Italia lo hacía Rino Tomassi, un experto en tenis…y en boxeo. Y aquí, en España, cuidaba de ello la revista TENIS ESPAÑOL, una iniciativa de la familia Pérez de Olaguer y que, andando el tiempo, me cupo el inmenso honor de ser editor y director de la misma.

Allí, en el White City, de Sydney, Manolo Santana, Joan Gisbert, José Luis Arilla y Juan Manuel Couder, se enfrentaron a Roy Emerson, Fred Stolle y unos jovencitos llamados John Newcombe y Tony Roche, que debutaron formando el doble australiano, con victoria ante Santana-Arilla, la gran pareja española, sin duda entre las tres mejores de la historia de nuestro tenis. Los individuales los disputaron Emerson y Stolle, por los locales y Santana y Gisbert, por España. Harry Hopman era “el brujo” capitán de los australianos y Jaime  Bartrolí, el capitán español, con gran sentido de la amistad y un cierto paternalismo. De la buena salud del equipo hispano cuidado el doctor Mario Cabanes que se hacía querer, como pocos.

Para los más jóvenes, se hace obligado recordar que, en aquel tiempo, quienes habían ganado la Copa Davis el año anterior, permanecían en casa, a continuación, para jugar tan solo la final y en pistas propias. Ese encuentro definitivo es el que se conocía como “Challenge Round”. Pero para llegar hasta ese último desafío, el aspirante debía superar varias eliminatorias previas. En este caso concreto, el equipo español hubo de ganar a Grecia, 5-0; Chile, 5-0; Alemania, 4-1; Checoslovaquia, 4-1; Sudáfrica,4-1; Estados Unidos, 4-1 y finalmente India, 3-2. Todas las eliminatorias, excepto contra Checoslovaquia, tuvieron lugar en el RCT Barcelona-1989. Contra los checos, se jugó en Praga. La victoria en cuatro “sets” de Gisbert contra el americano Dennis Ralston, el “milagro” de la pareja Santana- Arilla, frente a Ralston-Graebner, levantando dos ”sets” abajo y ganando el quinto por 11-9 y la lección magistral de tenis ofrecida por Santana y el hindú Krishnan, en la antesala del “Challenge Round”, fueron hitos absolutamente inolvidables para quienes tuvimos la suerte de disfrutarlos en directo.

Ya en Sydney, se sabía que en pista de hierba, Australia era ampliamente favorita. Y se cumplió el pronóstico: 4-1 para Australia. Pero Santana le ganó los dos primeros “sets” a Stolle, en el partido inaugural, aunque el 12-10 de la primera manga hizo mella en su condición física. Pudo haber cerrado este “set” mucho antes, con 5-2 favorable y, luego, 5-3 y servicio. Llegar hasta los 22 “games”, bajo el bochorno que reflejaban los termómetros por encima de los 40 grados centígrados, le pasó factura. Perdió en cinco mangas. Acto seguido, Emerson pudo con Gisbert y el doble fue “aussie” en cuatro “sets”. El último día, Manolo se ganó el número uno del año superando a Emerson, 2-6,6-3,6-4 y 15-13. Y cerró la victoria de Stolle ante Gisbert. Un 4-1 global le daba derecho a Australia a seguir “guardando” la “ensaladera”.  Pero el entusiasta público español, formado totalmente por emigrantes que en su mayoría sentían que no iban a regresar a España, habida cuenta el tipo de transporte de la época, le puso un colofón de color y folklore al que los australianos, en un escenario eminentemente “victoriano”, no estaban habituados. Portando y ondeando banderas rojigualdas, corbatas y pañuelos del mismo color, bebiendo vino en le típica bota y portando pancartas, en alguna de las cuales podía leerse, “aúpa , machos, comeros el canguro” y frases similares, saltaron a la pista al termino del partido, cantaron, bailaron y se hicieron notar, ante un público que no daba crédito alo que estaba viviendo. Jamás, en un pista de tenis se había visto un ambiente así. Era los tiempos del “silencio, se juega” y de un respeto al sacrosanto ritual del tenis tradicional. Por eso, el otro día, en Sevilla, viendo las hinchadas de España y Argentina, no pude dejar de comparar y pensar que dirían aquellas gentes si les tocara vivir un ambiente así.  Suponiendo que pudieran volver de su eterno descanso…regresarían de inmediato a ese perpetuo reposo. Aquel tenis es, hoy, en las gradas, un Boca-River o un Barça-Madrid.  Y yo no juzgo si esto es mejor o peor. Tan solo constato que es distinto.

Y el otro día, tras la final de Sevilla, en la cena oficial, mis amigos de la Asociación de Periodistas de Tenis, con la aquiescencia de las Federaciones Internacional, Española y Catalana, me hicieron entrega de una placa-recuerdo de aquella final de 1965, en la que me tocó despertar de madrugada  a medio país nuestro, a través de Radio Nacional de España- no había satélite, todavía y, por lo tanto, sin tele- en la transmisión, en directo, que llevamos a cabo con los desaparecidos compañeros Juan Antonio Fernández Abajo y Matías Prats. Presidieron el acto todo tipo de autoridades, civiles y deportivas, nacionales e internacionales, pero pedí que me hiciera entrega de tan cariñoso y entrañable recuerdo Joan Gisbert, el único de entre aquellos finalistas de 1965 que estaba presente en esta cena oficial.

Muchas gracias a  todos. De corazón.