lunes, 10 de junio de 2013

Nadal,el más,más,mas

Final Roland Garros 2013. Foto: Getty Images
David Ferrer, el otro ejemplo

Reconozco, una vez más, que lo encuentro a faltar. Que me falta una primavera con Roland Garros. Por cierto, llega el Tour y, por ahí, todavía resisto.
Pero a finales de mayo y principios de junio, montarme cada mañana, durante dos semanas, en la línea 10 del metro de París (Gare d’ Austerlitz-Boulogne, “estation” Porte d’Auteuil) ha formado parte de mi vida durante muchísimos años. Ahora debo conformarme con verlo por televisión…  y sufrir algunos comentarios, cuya génesis no comprendo, vengan de un glosador, de un ex -tenista o de un presentador. En fin…Los tiempos cambian y hay que apechugar.
Siempre preferí  el  metro y caminar quinientos metros desde la Porte d’Auteuil, que montarme en el bus número 22 (Opéra-Porte de Saint-Cloude), utilizar las “navettes” gratuitas de Avis o solicitar los servicios de radio-taxis G7 hasta o desde la Porte Suzanne-Lenglen Nord. Todo más complicado que el metro.
Desde que en 1987 la Federación Francesa de Tenis puso en funcionamiento el servicio telemático, no solo para la prensa, si que también, en cierta manera, para la utilización pública, se acabaron los teléfonos –ahora son tan solo un complemento- los papeles, el  télex, etc.etc. Hoy, en la sala de prensa, te parece que estás en la redacción de tu periódico. Lo tienes todo a tu alcance incluida la edición. ¡Y no digamos  cuando tenías que solicitar, con mucha antelación, la comunicación telefónica y te carcomía las entrañas la demora!
                En fin, ha ganado Nadal y esto es lo que importa. Estaba David Ferrer –el entrañable “Ferru”- en la final y esto importa tanto como la indiscutible y merecida victoria de ese mallorquín que acaba de cumplir 27 años y de batir todas las marcas en ese su reino terrenal Desde aquí le felicito. A él y a toda su familia que han sido capaces de inculcarle  los valores necesarios para ser ejemplo de deportista y de persona.
                Porque el deporte es- o debe ser- además urbanidad y de buena educación,  ejemplo para promover y agradecer el arte y sus autores. Así, recuerdo someramente que entre los creadores  del espectacular “affiche”  que distingue a cada edición del torneo, se encuentran firmas ilustres de artistas españoles como Eduardo Arroyo –creo que en 1981- el “baturrico” de Huesca, Antonio Saura y el mismísimo Joan Miró.
                Pero vayamos a lo que importa este domingo de junio. Nadal ha ganado su octavo Roland Garros superando en la final a David Ferrer, con más facilidad en el marcador que en la pista:6-3,6-2,6-3.  El alicantino peleó como es habitual en él hasta la última bola. Luchó hasta la extenuación. Pero la historia se repite como ya saben – y bien- los asiduos al Godó barcelonés. Ferrer es –me atrevo a afirmarlo- el mejor jugador sobre tierra batida en estos momentos…si no existiera Rafa. Me gustaría que la vida la diera una nueva oportunidad en  ese mismo escenario y no como el destino hizo con otro español que fue, durante años, el número uno sobre tierra, aunque  no se coronó nunca en Paris: Manuel Orantes. Pero ni su sino ni el nefasto comportamiento del público en una final contra Borg, (la primera de  aquel jovencito sueco, 1974) lo permitieron. Algo tan injusto como que aquel mago llegado desde Rumania, Ilie Nastase, no ganara más que una edición (1973) aunque, eso sí, lo hizo sin ceder un solo “set” a lo largo de todo el torneo.

José Luís Clerc
                Entre actualidad y breves pinceladas de historia y visto lo visto, me permitiría aconsejarle a David Ferrer que en otro enfrentamiento con Rafa…no sea él. ¿Qué quiero decir con esto?.  Desafiar  a Nadal, en tierra, a base de “rallyes” y golpes de potencia inusitada y continuada es algo muy parecido a  un suicidio. El propio David lo dijo al final: “él es más fuerte”. Lo que sirve, pues, para enfrentarte a todos los demás no vale cuando estás ante Nadal. ¿Buscamos alguna sutileza?…Por ejemplo, ante el paralelo de Rafa, a la derecha de la pista, ya sea  de “drive” o de revés, en lugar de esperar el tiro profundo y devolverlo de bote-corrido, con fuerza y liftando a dos manos quizá valdría la pena avanzar un par de metros y golpear  con la derecha, en diagonal, a media pista y hacia  el otro límite lateral. Este “drive” abierto, “apuntando” a la intersección exterior del cuadro de recepción –lado ventajas- es un golpe que David ejecuta a la perfección. Y en este partido ha sumado, con él, puntos espectaculares. Yo le mostraría videos del argentino José Luis “Batata”Clerc –“eterno” adversario de Guillermo Vilas, el marplatense adalid del tenis en aquel país sudamericano-que en los años setenta y comienzos de los ochenta, llegó a ejemplarizar este golpeo.
En las devoluciones, de bote pronto y con el revés, quizá sería preferible colocar la cara de la raqueta hacia arriba y devolver un  golpe más bien defensivo, para seguir jugando, antes que pegarlo duro, a dos manos y con efecto superior, después de un bote muy bajo, porque son muchas las veces que no supera la cinta. Si…Ya sé que Rod Laver me dijo que en un “match-ball”, a favor o en contra, te la debes jugar. “Morir matando”. Pero, a veces, quizá vale la pena mostrarte moderadamente conservador.
                Son pequeños apuntes que probablemente no se leerán en otra crónicas, por razones obvias. Yo no quiero enseñarle nada a David. ¿Quién soy yo para enseñar nada a nadie? Pero los años, lo que llevo visto, lo que llevo oído, lo que he aprendido, lo que me han demostrado… Todo esto, quizá es lo que me lleva a la osadía de escribir lo que he escrito. No quiere ser una lección. ¡Por Dios! Ni siquiera un consejo…Solo algo que, en momentos así, rescato de los más profundo de mi memoria, recordando a Laver, Rosewall, Hoad, Santana, Orantes, Gimeno, Arilla, Gisbert, Newcombe, Ashe, Vilas…y  Nastase, claro.
                Perdona, David, por este atrevimiento. O puede que insolencia… En todo caso, tómatelo  por la vertiente aristotélica,  de podría ser una insolencia que pretende ser educada.
                Y tú, Rafael Nadal, sigue ahí. Eres el más grande. Y saliendo como has salido de esos siete meses de malos sueños, de lesión y de incertidumbre, piensa que ya has superado los fatídicos 26 años que un tal Borg –en su tiempo también el más grande- dejó como “edad maldita”.