Hace unos días, durante la retransmisión de una de las pruebas del Mundial de Motociclismo, a través TVE, los comentaristas –por cierto, los mejores de la cadena, junto a Carlos y Perico, en el ciclismo, muy lejos de los impresentables del fútbol- se refirieron a un caballero que aparecía en pantalla saludando a algunos de los actuales campeones. Dijeron que había sido uno de los más grandes: Giacomo Agostini.
Al día siguiente, un par de jóvenes periodistas –uno de ellos compañero en un medio con el que sigo colaborando- me preguntó cuan importante había sido aquel señor “que ya peinaba alguna cana”. Esa pregunta me hizo reflexionar y decirme a mi mismo que pueden ser muchos otros los jóvenes que quieren conocer, más y mejor a aquel caballero. Siempre es bueno y positivo rendir homenaje a quienes han ayudado a engrandecer el deporte en general. A quienes han forjado, con su presencia y esencia, la realidad actual.
Giacomo Agostini ha sido, en efecto, el más grande en cuanto a títulos alcanzados en el Mundial de Motociclismo. Quince en total, desde 1966 hasta 1974. Ocho en la categoría de 500 cm3. Y siete en la de 350 cm3. Todos ellos con M.V. Augusta excepto el último en cada categoría, que ganó con la que había sido su gran rival, Yamaha.
Nacido en el seno de una familia apasionada por la moto, un joven Lombardo Giacomo Agostini conquistó el Campeonato de Italia junior de moto-cros el año 1962. Aquella práctica le sirvió para aprender a efectuar una salida de carrera muy rápida de la que comenzó a beneficiarse al año siguiente, en los circuitos del Mundial. Destacó muy pronto y en 1964 ya formaba parte de la Escudería Morini. Dos cuartos puestos, en 250 cm3, en los grandes premios de Alemania e Italia le abrieron de par en par las puertas del equipo del conde Domenico d´Augusta en el que acabó segundo del Mundial de 250 y 500 cm3. Y en 1966 cuando su prestigioso compañero de equipo Mike Hailwood decidió fichar por Honda, Giacomo se convirtió en el piloto número uno de M.V.Augusta comenzando, así, su inigualable colección de triunfos y títulos. Ganó su primer Mundial en 500 el año 1966 y repitió en 1967. Enrolado en dos categorías a la vez –hoy, eso, es prácticamente impensable- los años 1968, 69,70, 71 y 72, se coronó Campeón del Mundo en 500 y 350 cm3. En 1973 “solo” ganó el título en 350, lo mismo que en 1974. En 1975 sumó otro en 500.
Dado que en aquellos años las marcas japonesas permanecían algo alejadas del Circuito- no tenían más que algunos pilotos privados- Agostini se impuso a sí mismo un nuevo reto: dejó M.V. Augusta con la que había ganado todo y firmó por Yamaha dispuesto a convencer a todo el mundo. Hubo de adaptarse al motor de dos tiempos –estaba habituado a los motores de cuatro tiempos que montaban las MV Augusta- y no obstante no saber nada de la categoría de 750 cm3 se inscribió en la mítica carrera U.S.A. de las Doscientas Millas de Daytona. La prensa norteamericana apenas se fijó en él, mimando como mimaba a su gran ídolo, Kenny Roberts. Pero ganó Giacomo. Y más adelante repitió, en casa, en las Doscientas Millas de Imola. Ya nadie dudaba de que era el mejor. Con Yamaha ganó en 1974 el Mundial de 350 y en 1975, el de 500. Por razones de empresa, Yamaha decidió cesar en su condición de equipo oficial y Agostini organizó un equipo privado con monturas de la propia Yamaha, Suzuki y MV Augusta. Ganó sus dos últimos grandes premios, en la categoría de 500 cm3, en Holanda y Alemania, el año 1977. Lo dejó con sus 15 títulos mundiales y sus 122 victorias.
Agostini también fue el primero en desterrar los viejos trajes de cuero de color negro o marrón, sustituyéndolos por uniformes de colores que permitían identificarlo con facilidad. Además dio a los patrocinadores la importancia debida, incorporando su marca en esos uniformes. En eso también fue pionero.
En 1978 probó fortuna en el automovilismo, concretamente en Fórmula 2, pero el éxito ya no le acompañó. Aunque donde si lo tuvo fue al convertirse en héroe romántico de historias de “Foto-Romance” participando en varios que alcanzaron importantes índices de audiencia. Su físico agraciado –aunque nunca nadie le oyó decir eso de “soy guapo, rico y bueno”- le permitió, asimismo, protagonizar una película.
“Ago” fue adorado por los aficionados, respetado por todos como piloto y envidiado –eso, si- e incluso odiado, por alguno de sus más encarnizados rivales deportivos, como el inglés Phil Read, por ejemplo.
Hoy, históricamente, Giacomo Agostini sigue siendo el más grande.
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